Chronica, Vol. 1, Núm. 1, enero-diciembre 2022, ISSN 2953-3376, pp. 12-22
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons 4.0 Internacional. (Atribución - No Comercial - Compartir Igual)
Archeology of the archive and practices of the historian. Some reflections on the difficulties of the archive's use
Iván Ariel Fresia
Investigador formado IICE-Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), Argentina
Salesiano, docente de grado y postgrado. Doctor en Historia (UNCuyo) y postdoctorado en Ciencias Humanas y Sociales (UBA). Coordinador de Associazione Cultori di Storia Salesiana de Argentina (ACSSA-A), integra la Presidencia mundial de Associazione Cultori di Storia Salesiana (ACSSA) y es miembro Asociado al Istituto Storico Salesiano (ISS). Área de Estudio: Historia Regional. Historia de la Iglesia argentina. Historia de la Congregación salesiana en Argentina. Entre las publicaciones recientes se destaca Urbanizar la campaña, modernizar las costumbres. Rodeo del Medio, una villa mendocina (1900-1915), Prohistoria, Rosario, 2012; Estar con lo sagrado. Kusch y Scannone en diálogo sobre pueblo, cultura y religión, Ediciones CICCUS, Buenos Aires, 2020. En coautoría: Iglesia y Estado en la Patagonia. Repensando las misiones salesianas 1880-1916, Prohistoria, Rosario, 2016 (con NICOLETTI, María Andrea y PICCA, Juan) y Cultura, sociedad e iglesia. Figuras significativas e innovadoras en Argentina, Siglo XX, Rosario: Prohistoria, 2020 (con FERNÁNDEZ, Ana María).
Resumen El trabajo con el archivo es el material indispensable para el trabajo del Historiador. Pero aun reconociendo su importancia para establecer la constitución histórica de la subjetividad y reconocer las huellas del pasado en la construcción de los procesos sociales, la historia no puede ya orientar la construcción de la trayectoria futura. Brevemente, en primer lugar reflexionaré sobre el archivo y la escritura a partir de las preguntas que efectuamos a los “muertos”. En segundo término, analizaré el desafío de traducir los datos del archivo en un texto para dar lugar a los “vivos” y al futuro. Y por último, expondré los actuales problemas de los regresos conservadores y los anacronismos que se presentan a los historiadores y a la historia. |
Palabras clave
Archivo Pasado Escritura de la historia Sepultura escrituraria Futuro |
Abstract Working along with the archives is the indispensable material for the job of Historians. But still recognizing its importance to establish the historic constitution of subjectivity and recognize the footprints of the past in the construction of social processes, history can not orientate the construction of future trajectory. Briefly, in first place I will reflect upon the archive and writing going from the questions we make to the “dead”. In second place, I will analyze the challenge of translating the data from the archive in a text to give place to the “living” and to the future. And lastly, I will expose the current problems of the conservative returns and the anachronisms that are presented to historians and to history. |
Keywords
Archive Past Writing of history Scriptural sepulture Future |
Recibido: 02/11/2021 - Aceptado: 30/11/2021
*
“… si no hay archivo (…) que asegure la posibilidad de la memorización, de la repetición, de la reproducción o de la re-impresión, entonces, acordémonos también de que la repetición misma, la lógica de la repetición, e incluso la compulsión a la repetición, sigue siendo, (…) indisociable de la pulsión de muerte. Por tanto, de la destrucción. Consecuencia: en aquello mismo que permite y condiciona la archivación, nunca encontraremos nada más que lo que expone a la destrucción, y en verdad amenaza con la destrucción, introduciendo a priori el olvido y lo archivolítico en el corazón del monumento”. (Derrida, 1997, pp. 19-20)
La inauguración de un archivo histórico y la puesta a disposición de sus materiales en manos de los historiadores es una oportunidad para expresar una comprensión del uso de los archivos y de sus dificultades.
Brevemente, en primer lugar reflexionaré sobre el archivo y la escritura a partir de las preguntas que efectuamos a los “muertos”. En segundo término, analizaré el desafío de traducir los datos del archivo en un texto para dar lugar a los “vivos” y al futuro. Y por último, expondré los actuales problemas de los regresos conservadores y los anacronismos que se presentan a los historiadores y a la historia.
Entiendo por genealogía del archivo el trabajo de búsqueda, identificación y clasificación de materiales a fin de comprender las maneras que adquirió el pasado, a partir de preguntas construidas en el presente. Este procedimiento historiográfico implica toda una serie
1 Ponencia leída en ocasión de la inauguración de las nuevas instalaciones del Archivo Histórico Salesiano- Sede Ciudad de Buenos Aires. Agradezco la lectura crítica y generosa de José Emilio Burucúa.
de trampas epistemológicas, dificultades del archivo y de perspectivas sobre las prácticas del historiador referidas a una manera de reescribir la historia, reinterpretar el pasado en función de los intereses de la actualidad y construir el presente en el marco de ciertas perspectivas. Para evitar estos riesgos teóricos propios de la investigación, una construcción genealógica respeta en absoluto el archivo: los materiales históricos tal y como estos han sido producidos.
Como bien afirma el pensador Michel Foucault, “la palabra ‘archivo’, designa la forma en que los acontecimientos discursivos han sido registrados y pueden ser extraídos. El término ‘arqueología’ remite al tipo de investigación que se dedica a extraer los acontecimientos discursivos como si estuvieran registrados en un archivo”. (Foucault, 1999, p. 63) De tal manera que para hacer una genealogía de las prácticas actuales es necesario una arqueología del archivo. En el trabajo de los archivos encontramos tanto “restos, trozos de frases, fragmentos de vidas reunidas en ese vasto santuario de palabras pronunciadas [que, sin embargo, se encuentran] muertas…”. (Farge, 1994, p. 7)
Por eso, si bien el trabajo genealógico es necesario e imprescindible no es menos necesario reinterpretar dichos materiales en función del presente. Sin hacerle decir al pasado nada que no exista en los archivos. En términos de Foucault: “Parto de un problema en los términos en que se plantea actualmente e intento hacer su genealogía. Genealogía quiere decir que yo mismo lo analizo a partir de una cuestión presente.” (Foucault, 1999, p. 373). El trabajo del intérprete consistirá en reorganizar el material histórico en función de preguntas actuales que se plantean al pasado desde el presente. Pero suscribe el historiador argentino José Emilio Burucúa, es necesario reivindicar “la legitimidad de las aspiraciones del historiador a elaborar un discurso según el estatuto vigente de la verdad, régimen que, sin duda, se modifica en el tiempo pero del cual es posible trazar un devenir coherente y descubrir la continuidad.” (Burucúa, 2001, p. 29)
No obstante, y cada vez es más evidente, las formas del pasado persisten en nuevas formas de conservadurismo y fundamentalismos manejando los datos del archivo a discreción. Aunque todavía no caemos en la cuenta de los peligros de tales virajes al pasado, todavía hay quienes consideran dichos regresos como buenas prácticas que recuperan lo mejor de la tradición. Por eso, si bien no es responsabilidad del historiador, la construcción del futuro implica un discernimiento constante de las condiciones de historización del tiempo y de los tiempos que, la historiografía puede ayudar a discernir gracias a su manejo de fuentes y de los dispositivos propios de la profesión.
A propósito de la escritura de la historia, el pensador francés Michel de Certeau decía que la operación historiográfica “permite a una sociedad situarse en un lugar al darse en el lenguaje un pasado, abriendo así al presente un espacio: marcar un pasado es darle su lugar al muerto, pero también redistribuir el espacio de los posibles, determinar negativamente lo que queda por hacer, y por consiguiente utilizar la narratividad que entierra a los muertos como medio de fijar un lugar a los vivos”. (de Certeau, 1993, p. 116)
No se trata de matar el pasado (porque ya está muerto), sino de encontrar un lugar para los que continuamos en la historia. La práctica del entierro significa lisa y llanamente abrir un espacio a los vivos. Mirar al pasado puede ser iluminador para captar un acontecimiento paradigmático, pero la experiencia en el presente no puede ser ni siquiera similar a la anterior. La historización de una institución no consiste en retomar su historia y retornar a un momento cero (de hecho, imposible), sino en vincularlo con nuestra realidad histórica. El filósofo Paul Ricoeur había afirmado hace un tiempo que la operación histórica consistía en realizar un “acto de sepultura” que abría al futuro: “Esta sepultura escrituraria prolonga, en el plano de la historia, el trabajo de memoria y el trabajo de duelo. El trabajo de duelo separa definitivamente el pasado del presente y da paso al futuro”. (Ricoeur, 2008, p. 639) Y también el filósofo Jacques Derrida afirmaba algo similar cuando escribió: “El presente viviente está sometido originariamente al trabajo de la muerte.” (Derrida, 1989, p. 179)
En la época que nos toca vivir radica la novedad de la historia; y no en la repetición sin mediación de las formas vividas del pasado conservadas en el archivo o en la memoria. Desde esta perspectiva, estaremos en condiciones de hacer relecturas del pasado a partir de las preocupaciones del presente: “Sin embargo, para que la historia conserve su contenido y su potencia, hay que cuidarse de no caer en anacronismos; para comprender los mundos pasados sin hacer recaer sobre ellos juicios demasiado modernos; trabajar con precaución las preguntas que se formulan a los muertos, sabiendo que no son forzosamente las mismas que se hacen a los vivos. (…) Ello, sin abandonar la íntima convicción de que es paradójico interrogar el relato histórico sobre el futuro. Pero el discurso del historiador puede ser también una práctica de anticipación.” (Farge, 2008, pp. 13-14)
La sepultura escrituraria implica una deuda de honor, de verdad y de gratitud hacia los que nos precedieron (los muertos): “Michel de Certeau y Paul Ricoeur son convocados para recordarnos, el primero, que el relato histórico asienta su exigencia de verdad en la deuda que los vivos tenemos con los muertos, en un préstamo lejano el cual saldamos mediante las operaciones cautas de reconstrucción del pasado a partir de las huellas que dejaron quienes alguna vez vivieron en este mismo mundo nuestro, y el segundo, Ricoeur, que la veracidad de la ciencia histórica apunta a dar cuenta de la herencia que hombres anteriores a nosotros nos han legado, es decir, de la vida de esos muertos que aún perdura dentro nuestro y en el tejido actual de las relaciones sociales.” (Burucúa, 2001, p. 29)
No sólo relecturas teóricas del pasado sino también historización de los procesos conocidos, re significaciones de las prácticas actuales y reinvención de las formas de la escritura.
El pasado en el presente no es reeditar las actuaciones del ayer en las actuales circunstancias. El pasado constituye nuestra subjetividad pero objetivamente estamos inmersos en el presente. Sólo por alguna dificultad de la percepción podemos vivir en el presente como si estuviéramos en el pasado o simular análogamente las condiciones históricas del pasado para la puesta en escena de nuestra acción en el presente. Como manifestó el historiador Roger Chartier, lo cierto es que “el retorno al archivo y al texto han reforzado la convicción de que los historiadores también escriben textos”. (Chartier, 2005, p. 95)
Como nunca antes, existe una proliferación de estudios sobre el pasado “pasado” y del pasado “reciente”, donde la intencionalidad de la búsqueda -por lejos- no es iluminar el presente, salvo algunos intentos revisionistas de las interpretaciones que manipulan los resultados de las investigaciones y realizan manejos discrecionales de los archivos. Pues también como nunca, la historia está puesta en cuestión: en cuanto fuente de sentido para la construcción del presente y del futuro.
Ante esta situación voy a traer a colación dos aspectos importantes a tener en cuenta. En primer lugar, el asunto de la dialéctica pasado-presente en los términos planteados por el filósofo alemán Reinhart Koselleck es un aspecto relevante al momento del trabajo con el archivo y la escritura histórica. En realidad, más que una dialéctica bidimensional entre el espacio de la experiencia (pasado) y el horizonte de expectativa (futuro) - “desde la esperanza tan pobre en experiencias, en el futuro hasta la investigación del pasado, despojada de expectativas” (Koselleck, 2004, p. 133)- tendríamos que plantear una dialéctica tridimensional ya que tensiona al presente sin lograr suturar la experiencia del tiempo pasado y, por tanto, no es posible asumir plenamente ni el pasado sido ni el presente vivido como tampoco el futuro por venir. Para una hermenéutica del acontecimiento histórico es preciso considerar la tridimensionalidad de las tensiones entre ese espacio de experiencia y un horizonte de expectativa; para esclarecer los usos del pasado, aunque sea en pasado, ejercitando la memoria y delimitando la realidad del pasado en el presente.
En segundo lugar, la tensión emic-etic, que formuló el lingüista Kenneth Pike (el fonema que enuncia el nativo en relación con lo fonético que percibe el extranjero) tiene consecuencias relevantes para la escritura de la historia. El historiador italiano Carlo Ginzburg acogió ese binomio para aplicarlo al trabajo del historiador. Considerando las problemáticas que acarrea para la investigación de los documentos contenidos en los archivos y su traducción en la escritura de la historia, Ginzburg produjo su inmenso trabajo sobre la brujería, los marginales y olvidados en el campo de la cultura y la producción intelectual. (Ginzburg, 2018, p. 84)
Lo emic es la perspectiva del nativo a la hora de describir prácticas y referirse a su significado; lo etic es la perspectiva del investigador externo quien, a pesar de una presunta "objetividad", realiza una descripción de las prácticas es diferente a la del nativo y, luego, a la hora de interpretar significados, suele apartarse decididamente de las interpretaciones del nativo: “las respuestas emic generan preguntas etic, y viceversa”. (Ginzburg, 2018, p. 96) El archivo es emic (el lugar de los muertos): una época, un personaje, una cultura o pueblo enunciador de significados; en tanto que etic es el trabajo del historiador (los vivos) que comprende, interpreta y traduce lo emic a partir de las preguntas que formula a los materiales del archivo. Porque, “el lenguaje de las fuentes constituye un elemento decisivo, aunque se trate de testimonios mudos… […] El historiador utiliza una lengua cotidiana que comparte con la mayor parte de las propias fuentes”, (Ginzburg, 2021, p. 46). El trabajo de traducción de lo emic a etic es tan desafiante que bien merece ser considerado en el trabajo respetuoso y fiel con el archivo y la escritura de la historia abierta a las preguntas del presente.
Además de los problemas de los regresos fundamentalistas al pasado y de la construcción del tiempo anacrónico, también se suma el manejo discrecional de los archivos por parte de los historiadores que conlleva, a su vez, la valorización de determinados aspectos de la memoria y de la historia, la posibilidad de la tergiversación, de la omisión o la negación de figuras, circunstancias o acontecimientos. Por ejemplo: el caso de la escuela agrícola de los salesianos en Rodeo del Medio de principios del siglo XX. En los archivos quedó registro, pero los historiadores mendocinos no “ven” el aporte de la escuela salesiana en el desarrollo de la agroindustria regional y en el cambio de modelo productivo y cultural; con excepciones, por supuesto, entre ellos, mi amigo y maestro Rodolfo Richard Jorba y su equipo. En su lugar, sólo “ven” la experiencia de la Escuela Nacional de Agricultura (luego de Agronomía).
El mismo archivo, diferentes visiones. Otro ejemplo: El caso del referente nacional Carlos Conci, del movimiento del catolicismo popular argentino. Estuvo en la dirección de dos grandes organizaciones del momento: los Círculos de Obreros y la Unión Popular Católica Argentina (UPCA). Quienes investigan el archivo de la Federación (en la calle Junín) o el diario El Pueblo (la colección completa se encuentra en la Biblioteca Nacional) no pueden reconocer su figura en el contexto nacional, siendo escasa su aparición en la bibliografía que se produce actualmente.
Lo cierto es que, aun reconociendo la importancia del archivo, de la constitución histórica de la subjetividad, de las huellas del pasado en la construcción de los procesos sociales, la historia no puede ya orientar la construcción de la trayectoria futura porque “nada puede concluirse de lo que ha sido, que justifique lo que es”. (Ranciere, 2013, p. 13)
Como aseguraba de Certeau, es necesario asignar los lugares que correspondan al pasado y los marcos del futuro que enmarcan el presente. El trabajo de inscribir en el presente el pasado y hacer la historia, para que sea válido y adquiera sentido para las generaciones futuras, consistirá “no sólo en conservar piadosamente los grandes momentos de un pasado, con la vana esperanza de armar el catálogo completo de un patrimonio sagrado, sino…engendrar el porvenir a partir del presente al reescribir en él la marca del pasado”. (de Certeau, 1995, p. 175)
El pasado no tiene futuro. El futuro del pasado está en su conservación en el archivo, en las formas de la memoria que propicia y en las posibilidades que otorga el hecho de contarlo, traducirlo, dotarlo de sentido para las nuevas generaciones.
1. Chartier, R. (2005). Pluma de ganso, libro de letras, ojo viajero. Ciudad de México, México: Universidad Iberoamericana.
2. De Certeau, M. (1993). La escritura de la historia. Ciudad de México, México: Universidad Iberoamericana.
3. De Certeau, M. (1995). La toma de la palabra y otros escritos políticos. Ciudad de México, México: Universidad Iberoamericana.
4. Derrida, J. (1989). La escritura y la diferencia. Barcelona, España: Anthropos.
5. Derrida, J. (1997). Mal de archivo. Una impresión freudiana. Madrid, España: Trotta.
6. Burucúa, J. E. (2001). Corderos y elefantes. La sacralidad y la risa en la modernidad clásica -siglos XV a XVII-. Buenos Aires, Argentina/Madrid, España: Miño y Dávila editores.
7. Farge, A. (1994). La vida frágil. Violencia, poderes y solidaridades en el París del siglo XVIII. Ciudad de México, México: Instituto Mora.
8. Farge, A. (2008). Lugares para la historia. Santiago de Chile, Chile: Universidad Diego Portales.
9. Foucault, M. (1999). Estética. ética, y hermenéutica, Obras Esenciales, Vol. III. Barcelona, España: Paidós.
10. Ginzburg, C. (2018). Cinco reflexiones sobre Marc Bloch. Rosario, Argentina: Prohistoria.
11. Ginzburg, C. (2021). Aún aprendo. Cuatro experimentos de filología retrospectiva. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.
12. Koselleck, R. (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona, España: Paidós.
13. Koselleck, R. (2004). historia/Historia. Madrid, España: Trotta.
14. Ranciere, J. (2013). Figuras de la historia. Buenos Aires, Argentina: Eterna Cadencia.
15. Ricoeur, P. (2008). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.