Chronica, Vol. 3, Núm. 3, enero-diciembre 2024, ISSN 2953-3376, pp. 4-9
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Darío G. Barriera
Investigaciones Socio-históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR)
dgbarriera@yahoo.com.ar
Es Investigador Principal del CONICET, profesor Titular Ordinario de Historia de América Colonial en la UNR y director del Programa Malvinas y Atlántico Sur (FHyA, Universidad Nacional de Rosario).
Este número de Chronica examina algunas de las piezas alojadas en el Archivo Histórico Salesiano Argentina Sur (Sede CABA), valiosas tanto para estudiar la historia de las Islas Malvinas como la acción salesiana en el Atlántico Sur. Los dos artículos que componen esta sección han sido escritos por jóvenes investigadores que tienen en común no solamente el interés sobre la historia de esa región, sino el haber egresado de la primera cohorte de la Diplomatura en Estudios Avanzados sobre Historia de Malvinas y Atlántico Sur que se dicta en la Universidad Nacional de Rosario desde 2021.
En "Evangelización y política en Malvinas. Convivencias religiosas en el cambio de siglo (1890-1914)", Francisco Novas se propone explorar la aparición de tensiones (religiosas y educativas) en la organización y en la vida cotidiana de la misión salesiana en Malvinas –territorio en disputa entre Argentina y Reino Unido–. El trabajo se sitúa en una coyuntura por demás interesante, porque mientras que las denominadas "leyes laicas" dictadas entre 1884 y 1888 impactaron en el territorio continental argentino, los salesianos –que se ocuparon de cuestiones educativas en la Patagonia– consiguieron también desembarcar en las Islas Malvinas, donde la congregación se proponía objetivos similares, pero enfrentaba un contexto muy diferente.
Novas analiza parte de la correspondencia alojada en el Archivo Salesiano (ARS) CABA entre Malvinas y Buenos Aires (1888-1952) hasta la Batalla de Malvinas de 1914, trazando conexiones por encima (y por debajo) del conflicto soberano entre Argentina y Reino Unido. Su hipótesis, apoyada en trabajos anteriores de María Andrea Nicoletti y Paula Seiguer, asume que el trabajo de la congregación en las Islas transitó andariveles que seguían funcionando a pesar de la disputa diplomática abierta con los reclamos rioplatenses después de la invasión británica de 1833.
La congregación salesiana mostraba una vitalidad y una capacidad para llevar adelante acciones donde el joven Estado en formación no podía llegar con sus instituciones. En este sentido, el trabajo de Novas deja entrever –posiblemente sin enfatizarlo lo suficiente– que a la distancia física que existía entre esas regiones y Buenos Aires habría que agregar una distancia política, lo que posibilitaba que roces entre "estado e iglesia" ‒que podían ser muy severos en zonas de alta densidad institucional‒ fueran reemplazados por espacios de colaboración explícita o tácitamente consentidos. La evangelización de los nativos (o el desarrollo de instituciones educativas) pudieron formar parte de la acción territorial de la congregación, incluso si constituían parte de los roces entre el Estado argentino y la Santa Sede. Finalmente, los que explican las posibilidades de la acción salesiana en general son diagnósticos de Di Stefano y Lida (asumidos por el autor como hipótesis de trabajo): una situación de mutua colaboración se impone en la realpolitik a la hora de gobernar un país demasiado extenso y con una densidad de población e institucional muy baja. De esta manera, la congregación salesiana habría conseguido algunos apoyos económicos y seguridad jurídica creando dispositivos educacionales que finalmente abonan a los propósitos del proyecto liberal.
El avance de la congregación sobre la Patagonia iba acompañado por un equipamiento eclesiástico del territorio católico –como la creación del Vicariato Apostólico (1883) y la Prefectura Apostólica‒ que abarcaba los territorios de Santa Cruz, Tierra del Fuego, islas Malvinas, Magallanes (del sector chileno), y su sede Punta Arenas. Esta creación –concebida regional y trasnacionalmente desde su nacimiento– no fue completamente aprovechada por el estado nacional, ya que –por razones diversas a la proyección territorial de las instituciones– ni el Vicariato ni la Prefectura fueron oficialmente reconocidos por el gobierno argentino. El gobierno de Roca, entonces, facilitó la expansión salesiana en Patagonia con algunas limitaciones y, según el estudio de Novas, de ninguna manera se apoyó en estos dispositivos para declamar presencia nacional en las Islas –algo que, al contrario, aparece ligado con la figura de Don Bosco–.
Novas también coloca la acción salesiana en una secuencia que muestra a los anglicanos creando la Patagonian Missionary Society (1844) y en 1869 la diócesis de las islas Malvinas con un superintendente de la misión en Ushuaia, lo que despertó la alarma en diputados como Estrada, preocupado por un avance británico sobre territorio continental. Siguiendo a Seiguer, Novas señala que mientras el proyecto protestante se inclinaba hacia una ética capitalista, el católico se aplicaba a una tarea misional sobre los nativos. De la correspondencia que analiza emerge un cierto sentido de competencia por mostrar quién cumplía mejor la administración del pasto espiritual, tanto como el resto de los servicios que la misión se proponía conjuntamente (en el plano científico, tecnológico, social y cultural). Las cartas de O'Grady, Migone o los hermanos Ussher, entre otros, le sirven de insumo para estudiar estas dinámicas a través del lenguaje epistolar en primera persona. Novas analizó también el Falkland Islands Magazine, publicación local de inclinación católica que ponía en valor las contribuciones salesianas al bienestar general de los isleños. Se nutre además del gran trabajo publicado por la hermana M. Fernández en 2023, el cual le permite adentrarse en las tensiones religiosas de esta pequeña comunidad a través del prisma de las Hermanas de María Auxiliadora y las dificultades que encontraron en un territorio que –en disputa, pero gobernado por Gran Bretaña– tenía por "religión de Estado" a la anglicana. Sin embargo, como lo revelan algunas cartas de María Ussher, algunos gestos del gobernador residente y de su esposa fueron significativos para lubricar las relaciones de la congregación católica con la sociedad local.
En “'Aislados del mundo mucho más que antes'. La experiencia del padre Mario Luis Migone en Malvinas durante la Gran Guerra (1914-1918) a través de su correspondencia", Nicolás Medina explora parte de la correspondencia del padre Mario Luis Migone[1] para poner de relieve lo que considera que son sus estrategias de cara a la administración de la misión en las Islas Malvinas, en medio de las dificultades que suponía para las comunicaciones la denominada Gran Guerra (1914-1918). Medina parte de las cartas inéditas de Migone alojadas en la sección Correspondencia del Archivo Histórico Salesiano Argentina Sur (Sede CABA), utiliza, por supuesto, la ya célebre crónica publicada póstumamente que lleva por título 33 años de vida malvinera y agrega algunos documentos del Jane Cameron National Achives que funciona actualmente en las Islas.
El trabajo de Medina muestra de qué manera Migone movilizó un pequeño circuito de relaciones que le permitieran superar las dificultades que la Gran Guerra imponía a su gestión de la Misión en las Islas: su hermano César Luis –comerciante de Montevideo, el puerto que más fluidamente se comunicaba con las Islas desde el siglo XVIII–, el padre Moore, sor María Ussher (directora de la St. Mary School en Stanley) y, fundamentalmente, el padre salesiano Tomás Ussher (hermano de María y Prefecto del Colegio Pio IX de Artes y Oficios de Almagro desde 1915). A partir del análisis de la correspondencia entre Migone y este último, Medina consigue superar visiones sobre las experiencias del padre Migone ‒basadas solamente en su testimonio publicado‒ y también caracterizar con precisión la forma en la que Migone se apoyó sobre Tomás Ussher, contacto que resultó fundamental para su administración de la misión en Malvinas. En este sentido, mientras Medina considera que Tomás Ussher fue clave para Migone, Novas ve en María Ussher una "pieza clave en la organización salesiana", atribuyéndolo a sus conocimientos en inglés y a la dirección de la escuela, al punto que su proyectado traslado a Punta Arenas a comienzos de la Gran Guerra encendió las alarmas entre los responsables de la misión en las Islas (Migone mismo).
Medina se apoya sobre visiones previas (como las de Tato, Dalla Fontana o Desiderato) para presentar la manera en que el archipiélago aparece en la consideración de las potencias que llevaron adelante conflictos armados marítimos.[2] El llamado a las armas de los isleños, la prohibición de comerciar con los alemanes, así como la interpretación de una necesidad local por el consumo de noticias frescas sobre la Guerra alteraron la vida local. Su trabajo enriquece esta plataforma de estudios disponibles con una perspectiva de la problemática insular que no coloca el foco sobre los efectos que la disputa entre imperios provoca sobre un país, sino sobre la experiencia cotidiana de un gestor de la congregación salesiana en Malvinas. De esta manera, consigue combinar aquellas miradas (y los aportes de Lila Caimari sobre una historia trasnacional de las comunicaciones) con los aportes de Ana María Fernández y María Andrea Nicoletti sobre la historia de la acción salesiana en las Islas.
La cuestión del correo –de cuya distribución se había desplazado en 1900 a la empresa alemana que la tenía desde 1880– es clave en este análisis, porque de ese flujo dependían no solo las cartas convertidas en fuente sino la dimensión material de los intercambios necesarios para tomar decisiones sobre la gestión de la misión insular. Las instalaciones salesianas se convirtieron rápidamente en el eje de la vida misma en Puerto Stanley: como lo trae al tapete Medina, las clases debieron suspenderse porque la escuela debió transformarse en una enfermería de la Cruz Roja y en hospital militar; y durante algunas semanas la población del Puerto se redujo a las hermanas de María Auxiliadora, el Padre Migone y unos pocos isleños. El alivio –cierto pero insuficiente– que llevó a esa población el triunfo naval británico no revistió de todos modos una modificación radical de la situación, que continuó siendo incierta hasta el final del conflicto armado. Por otra parte, Medina subraya el rol de Migone como mediador cultural utilizando una expresión que deja traslucir el carácter moderno –por contraposición a tradicional– que supone a la sociedad que está analizando: la pasión de Migone por las noticias y los diarios no provendría tanto de un gusto personal o una exigencia de su propia formación, como de la prestación de unos "servicios no religiosos" a la comunidad, distinción improbablemente aplicable a un párroco dieciochesco. Es esta una idea significativa sobre la cual posiblemente podrían formularse algunas preguntas que ayudaran a caracterizar mejor el tipo de sociedad que habitaba Malvinas a comienzos del siglo XX.
El testimonio de Migone –enriquecido bajo la atenta lectura de Medina– se convierte de esta manera en una vía de acceso a otros temas que esperan sus cultores, como la materialidad de las comunicaciones (sus preguntas acerca de la relativa incidencia de la apertura del Canal de Panamá o la cuestión bélica en la abrupta caída del tráfico portuario son pertinentes), la construcción del humor social (la incertidumbre, la forma en que se detecta la "pérdida" y la "recuperación" de la tranquilidad, por ejemplo), las emociones, cuestiones difíciles de mensurar pero presentes en los archivos para quienes estén dispuestos a detectarlas.
Los dos trabajos se apoyan bien sobre plataformas historiográficas que convergen en sus temas (historia del catolicismo, historia de la prensa, historia política, historia cultural de la guerra) y combinan fuentes de diferente procedencia para enriquecer los problemas que permite trabajar el fondo base. Novas utiliza el Falkland Islands Magazine y Medina triangula fuentes nacionales con materiales alojados en el Jane Cameron National Achives que funciona actualmente en las Islas.
Como lo sabemos bien, para los investigadores e investigadoras es imprescindible disponer de estos materiales cuyo valor todavía dista de haber sido ponderado. Su riqueza irá emergiendo con el correr de los años, cuando se le interrogue con nuevas preguntas porque –como escribió hace tantos años ya Marc Bloch (1957) [1949]– "...los textos, o los documentos arqueológicos, aun los más claros en apariencia y los más complacientes, no hablan sino cuando se sabe interrogarlos" (p. 54).
1. Fernández, A. M. (2023), Isleñas. La crónica de las hijas de María Auxiliadora en la casa de Malvinas 1907-1942. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Don Bosco.
2. Bloch, M. (1957) [1949]. Introducción a la historia. México: FCE.
[1] Migone conoció el Archipiélago en 1889, pero se instaló definitivamente en Puerto Stanley en 1905, donde vivió misionando hasta su muerte, acaecida en 1937.
[2] Como recuerda Medina, "la Batalla de las Malvinas, como se conocería al enfrentamiento naval ocurrido frente a las costas del archipiélago el 8 de diciembre de 1914 entre la flota alemana y la inglesa, dejó huellas profundas en la cultura de la población malvinera.", véase infra.