Chronica, Vol. 1, Núm. 1, enero-diciembre 2022, ISSN 2953-3376, pp. 23-41

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El archivo y los archivos salesianos: preservar la memoria y            re significar la Historia

 

The archive and the Salesian files: preserving the memory and                   resignifying History

 

María Andrea Nicoletti

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa), Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), Argentina

mariaandreanicoletti@gmail.com

 

Profesora en Historia (Universidad Católica Argentina, 1986). Doctora en Historia de América (Universidad Complutense de Madrid, 1988). Investigadora Principal en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET, resolución1017/18), con sede en el Instituto de  Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio/Universidad Nacional de Río Negro. Investigadora del GERE (Grupo de Estudios sobre Religiosidad y Evangelización), del PROHAL (Programa de Historia de América Latina), del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, F. F. y L. UBA. Miembro de la Asociazione di cultori di Storia Salesiana, Roma, Italia. Docente  de enseñanza media, superior y universitaria (Universidad Nacional del Comahue y Universidad Nacional de Río Negro). Área de estudio: Historia de la Patagonia. Proyectos de evangelización, prácticas religiosas y modelos educativos de la Iglesia católica en la Patagonia. Directora y codirectora de Proyectos de investigación relacionados con las prácticas religiosas y educativas en Patagonia, los estudios binacionales chileno-argentinos y los procesos de desarrollo culturales, sociales y religiosos en Patagonia. Coautora junto a Pedro Navarro Floria de textos de divulgación sobre Historia de la Patagonia: Confluencias, una breve historia del Neuquén (2000); Historia del Neuquén (2015); Río Negro, mil voces en una Historia (2005); Historia de Río Negro; Los que llegaron primero. Historia indígena del sur argentino (2008) y las enciclopedias: El Gran Libro de la Patagonia (1997), El Gran Libro de la Provincia de Neuquén (2001) y El Gran Libro de la Provincia de Río Negro (2005). Autora  de artículos en revistas científicas. Participa en congresos nacionales e internacionales en su temática y dicta conferencias y seminarios. Sus libros son: Indígenas y misioneros en la Patagonia. Huellas de los  salesianos en la cultura y la religiosidad de los pueblos originarios (2008); Estado e Iglesia en la Patagonia. Repensando las misiones salesianas junto a Ariel Fresia y Juan Picca (2016); Ceferino Namuncurá, representaciones de una figura histórica (2019); Patagonia: misiones, poder y territorio (1879-1930) (2020). Coeditora, autora y coautora de la colección de los Libros del Taller binacional: Araucanía Norpatagonia: cultura y espacio.

 

 

Resumen

Los archivos eclesiásticos son bienes culturales de acuerdo a los cánones de la  Iglesia católica. En este trabajo presentamos la historia de los archivos de la congregación salesiana que forman parte de su recorrido histórico en Italia y Argentina. Sus archivos históricos resultan un reservorio de memoria, no sólo de la Congregación sino de la Historia argentina y especialmente de su acción misionera y educativa en la Patagonia donde iniciaron el camino de la evangelización ad gentes. Trazaremos el recorrido de la organización de sus archivos hasta su actual resignificación y ordenamiento, como así también la riqueza documental, vinculada a su propia historiografía que nos permitió adentrarnos en la investigación científica.

 

Palabras clave

 

Archivos Patrimonio Salesianos Historiografía

 

Abstract

The ecclesiastic archives are cultural goods according to the canons of the Catholic Church. In this work we present the history of the archives of the Salesian congregation that form part of its historical path in Italy and Argentina. Their historical archives result in a reservoir of memory, not only of the congregation but of the Argentinian History and specially of its missionary and educative action in the Patagonia where they began the road to the evangelization ad gentes. We will trace the path of the organization of their archives up until their current resignification and ordering, as well as the documental richness, linked to its own historiography that allowed us to venture in the scientific

investigation.

 

Keywords

 

Archives Patrimony Salesians Historiography

 

Recibido: 02/11/2021 - Aceptado: 30/11/2021


*

El archivo y los archivos salesianos: preservar la memoria y  re significar la Historia

 

A los archiveros salesianos que ya no están y acompañaron mis largas horas de                investigación: a Don Cei, Don Baratta, Marino Francioni, Dante Brambilla y Don Rebok.

A quienes con paciencia y sabiduría las siguen acompañando: a Guadalupe Morad, Soledad          Urrestarazu y Pamela Alarcón.

 

 

Dentro de los distintos tipos de archivos, los eclesiásticos contienen “toda la documentación que se custodia en los archivos de la Iglesia, producida por ella o no, y en un sentido estricto es sólo la documentación generada por la Iglesia o por sus instituciones, en cualquiera de sus niveles en el ejercicio normal de sus actividades pastoral o ministeriales, docentes, culturales o asistenciales, etc. Pero dentro de esta generalización se determina a su vez la existencia de archivos parroquiales, capitulares o catedralicios, episcopales o diocesanos y otros archivos eclesiásticos” (Espinosa et al. 2005, p.161), como también aquellos pertenecientes al clero regular. En ese sentido, los archivos eclesiásticos incluyen distintas instituciones y jurisdicciones de la iglesia católica que van desde los archivos de la Santa Sede, pasando por las distintas instituciones episcopales, jurisdicciones eclesiásticas y asociaciones y colegios católicos (Salvia, 2013, p. 256). Para “la Iglesia Católica los archivos eclesiásticos son bienes culturales,1 “lugares donde se conserva la memoria de las


1   “En este sentido en los últimos decenios, la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, ha emitido tres documentos que desarrollan aquello que en el Código está expresado con pocas palabras. El primero data de 1997: fue la Carta Circular que emitió esta comisión titulada “La función pastoral de los Archivos eclesiásticos”. Dos años después se presentó el documento “Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los Bienes Culturales de la Iglesia”, que sirve de marco general para todos los ítems que quedan incluidos como Bienes Culturales de la Iglesia (1999) y por ende muy cercano a nuestra temática. En 2001 se editó “La función pastoral de los museos eclesiásticos” que en sus principios tienen relación con los AAEE” (Salvia, 2013, p. 258).

 

 

 


comunidades cristianas y a la vez [son] factores de cultura”. Entre ellos se puede diferenciar “a los ‘archivos institucionalizados’ de los ‘repositorios’ (ámbitos no institucionalizados)” (Annecchini y Sánchez, 2009, p. 187). Esto mismo reafirma Francesco Motto, director del Instituto Histórico Salesiano (Roma), sobre el patrimonio de la Congregación que se conserva  en sus archivos (2002, p. 116). Debemos tener en cuenta que “los archivos eclesiásticos se encuentran dentro de la normativa de la Iglesia, centrada sobre todo en el Código de Derecho Canónico pero también en la legislación particular emanada de las Conferencias Episcopales, de las normas de las iglesias diocesanas, y hasta las establecidas en cada parroquia, instituto de vida religiosa, etc.” (Salvia, 2013, p. 256 y Motto, 2002, pp. 109-111).

En el conjunto de archivos eclesiásticos se encuentran el archivo histórico, “que conserva documentos de temas concluidos o cerrados, o que tienen antigüedad mayor a treinta o cincuenta años. Se lo distingue del archivo corriente que es el más requerido y que contiene               la documentación en uso” (Salvia, 2013, p. 256). Su organización y constitución mencionada  en el canon 491, está íntimamente relacionada con el desarrollo de la investigación histórica y  su historiografía.

En relación a los archivos de la congregación salesiana, es importante atender a su devenir histórico para comprender la riqueza de este patrimonio, su organización y clasificaciones internas. Según Salvia, un archivo puede considerarse organizado “cuando sus fondos documentales permiten la reconstrucción de las actividades de la institución o persona que lo ha generado y al mismo tiempo, estos fondos -o al menos una parte de ellos- puedan ser sujetos de estudio e investigación. Todo archivo cumplirá su función específica en la medida que sirva de memoria documental de la entidad que lo ha formado y, al mismo tiempo sirva a la postre, a toda la sociedad ya que ofrecerá el apoyo documental para la reconstrucción de la historia” (2013, p. 267).

La congregación salesiana tuvo desde sus inicios la motivación de parte del mismo Don Bosco de ordenar y sistematizar la documentación generada inicialmente en el Oratorio de San Francesco di Sales de Valdocco (Motto, 2002, p. 111), tal como se relata en sus Memorias (MB XII, 380)”2.

Por otro lado, es importante señalar que quien ha estado directamente involucrado en las colecciones archivísticas en el Archivo Central Salesiano de Roma es el Secretario del                Consejo General (Capítulo Superior/Consejo Superior) (Motto, 2002, pp. 111-112). “En 1937 el Rector Mayor Don Pietro Ricaldone dedicó un número entero de las Actas del Consejo Superior a las Bibliotecas salesianas y en 1943 hizo otro tanto para los archivos inspectoriales  y locales de la Congregación” (Motto, 2002, p. 114). Tras la Segunda Guerra Mundial, la fundación del Centro de Estudios Don Bosco y del Instituto Histórico Salesiano (ISS) dieron un nuevo impulso a la organización del Archivo Central Salesiano en Roma. En la década de 1990 con el rectorado de Don Juan Vecchi le otorgó a los archivos salesianos y su organización un lugar especial que plasmó en una circular en 1997 dedicada completamente  al tema (Motto, 2002, pp. 115-116).

La historia salesiana en la Argentina y la impronta de sus primeros historiadores fue determinante en la organización del archivo. Cayetano Bruno, Raúl Entraigas y Pascual Paesa —con una común línea historiográfica pero con distintas escrituras y abordajes- aportaron fuentes de otros archivos salesianos (de Roma y de distintas casas salesianas) y estatales


2  Ver en: https://sangiovannibosco.net/?page_id=26

 

 

 

 


(principalmente del Archivo General de la Nación) a estos incipientes Archivos Salesianos. En esta etapa surgieron las primeras guías, guías analíticas y temáticas e inventarios (Salvia, 2013, p. 269) cuya dinámica continuó hasta la década de 1980. Por ejemplo: los documentos traídos por el P. Molina desde Turín nos permitieron recientemente descubrir vocabularios inéditos de lenguas fueguinas, como el vocabulario de 1.000 palabras selk’nam, de Sor Rosa Gutiérrez3. A partir de allí comenzó la etapa clasificatoria o de catálogos “o subsidio de referencia en el que se describe en forma individualizada cada unidad documental y/o bien cada documento. Puede clasificarse por autor, datación u otro criterio preestablecido” (Salvia, 2013, p. 270).

Los primeros historiadores salesianos reconstruyeron las piezas de un rompecabezas que hasta ese momento no se había armado en su totalidad: la Historia de los Salesianos en la Argentina, y lo hicieron con fuentes de primera mano y con sumo rigor documental, especialmente Cayetano Bruno. De este conjunto de historiadores, Bruno “profesionalizó” la historia salesiana (Nicoletti, 2014, pp. 447-464). Las primeras clasificaciones obedecieron a criterios temporales o en fases: “El archivo ―’corriente’ y el ―’histórico’ […]. Este último se lo puede formar y aumentar por ―vía “ordinaria” con el material que pasa del archivo corriente, o bien por ―vía “extraordinaria” a través de adquisiciones, donaciones o depósitos de fondos particulares o de otros archivos completos” (Salvia, 2013, p. 268).

Pero, ¿cuáles fueron los límites de sus investigaciones históricas que repercutieron en la organización de estos archivos? La escuela del positivismo histórico, que aportó rigor a la heurística documental de la historia como ciencia, le quitó amplitud hermenéutica y encorsetó  a la historia a una descripción escasamente interpretativa. Por otro lado, visibilizó a aquellas


3  Ver en: https://www.conicet.gov.ar/un-registro-femenino-en-tierra-de-hombres/


 

 

personas que se destacaron en el hacer histórico destacando las singularidades y olvidando  los colectivos. Por ejemplo, las biografías de Paesa y Entraigas: “El santo desorden del P. José María”, “Patiru Domingo”, etc.4. La Historia de la Patagonia se transformó en historia de  personas. Esta mirada de la historia caló en la misma organización del archivo, por ejemplo en sus Cajas o Carpetas de “Personas”, pero como bien dice León Pomer, este tipo de textos presume de crear “valores reales e imaginados (que) pasa a constituirse en el eje que articula la selección de los documentos y su posterior elaboración. Ello supone ocultar hechos, rasgos de personas, aceptar leyendas, cultivarlas y si acaso inventarlas” (Pomer, 1998, p. 8). La elección de historias biográficas de los primeros misioneros y misioneras o el recorrido de la historia desde la institución misma, “buscan el sustento de una identidad cohesionante capaz de subordinar las diferencias” (Pomer, 1998, p. 8). Se abría entonces, en la Historia de las Congregaciones, un largo proceso de recopilación y autenticidad documental, que a través de un estricto método científico positivista, buscaba reconstruir los orígenes de una institución para legitimarse ante sus pares y ante la sociedad sobre la que habían actuado y actuaban, a fin de “formar un complejo de representaciones, de categorías ordenadoras y un sistema de disposiciones durables (…) que generan prácticas y representaciones; en suma, la identidad” (Pomer,1998, p. 8).

Otra cuestión fue la exclusión o investigaciones muy parcializadas de dos figuras importantes en la misión salesiana: el coadjutor y las Hermanas Hijas de María Auxiliadora, siguiendo la línea de la época que daba mayor relevancia al sacerdote salesiano e invisibilizaba a las mujeres en “tierra de hombres”. Los coadjutores como religiosos

4    Mencionamos como ejemplos biográficos los libros de Pascual Paesa y Raúl Entraigas sobre Domingo Milanesio, José María Brentana, José Fagnano, Ángel Savio, Evaristo Garrone, Ángela Vallese y Luis Pedemonte. Entre las historias que relatan estos acontecimientos podemos citar: Raúl Entraigas, Los salesianos en la Argentina y Juan Belza, Argentina Salesiana, 1952; Juan Belza, En la isla de Tierra del Fuego, 1971.


 

 

consagrados con votos han sido en las misiones y las tareas escolares actores fundamentales de la historia salesiana. Si bien, en la misma línea biográfica se ha destacado al Beato Artémides Zatti en el Hospital de Viedma por causa de su santidad, la historia de la Patagonia         posee una riquísima historia del trabajo de estos hombres. Por ejemplo, en la obra misionera de Bariloche la acción del hermano coadjutor José Caranta entre 1915 y 1921 fue vital para la         salud de esa comunidad ya que fundó y llevó adelante el primer Hospital de la zona (Nicoletti, 2019).

En el caso de las religiosas mujeres, Entraigas sólo incluye una biografía: “Una flor entre los hielos”, de Ángela Vallese, mientras Bruno incorpora a las hermanas en su monumental obra “Los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en la Argentina”, pero en subcapítulos separados y subordinadas a la obra de los salesianos. Recientemente, la Hermana Ana María Fernández ha iniciado un concienzudo trabajo de publicación de fuentes de las Hijas de María  Auxiliadora en su rol de misioneras de la Patagonia: Con letra de mujer: las crónicas de las Hijas de María Auxiliadora en la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria en Tierra del Fuego (Argentina) (2014) y Mujeres de la primera hora: la crónica del Colegio María Auxiliadora, Santa Cruz (Argentina) (2021). La historia argentina se ha dedicado poco a los estudios de las mujeres consagradas5 que deberían ser consideradas “como actores sociales, reconocidas por sus contemporáneos y comprometidas con su medio, como de la necesidad de avanzar hacia zonas silenciadas e intentar devolverles una forma plausible de coherencia a los universos religiosos y sociales que ellas construyeron y habitaron” (Fraschina, 2012, p. 2). Dentro de la historia de género recién en estos últimos años se ha tomado en consideración a las asociaciones confesionales y laicas integradas de católicas entre fines del siglo XIX y


5   Como ejemplo solamente contamos con los estudios de Alicia Fraschina, Nora Siegrist y Ana Lourdes Suárez, entre otros.


 

 

primera mitad del siglo XX que, en el caso de la Congregación salesiana, han sido las Cooperadoras y Damas salesianas. Lucía Bracamonte, quien ha publicado abundantemente sobre este tema, argumenta: “en cuanto a la historia de las mujeres, acudir a este tipo de repositorios es imprescindible para rastrear la presencia activa de las militantes en la acción social católica abonando la mirada del catolicismo como heterogéneo y plural y enfocando a quienes no pertenecieron a la cúpula eclesiástica, al orden sacerdotal ni al conjunto de fieles que se limitaban a la práctica ´ordinaria´ y privada de la religión” (Bracamonte, 2014, p. 1).

Finalmente, estos estudios pioneros construyeron pormenorizadamente la historia de la Congregación con escasísima intervención del contexto histórico, salvo que éste les fuera marcadamente hostil o exageradamente favorable. La interacción con la sociedad civil parecía nula mientras la Iglesia y el Estado se mantenían como esferas separadas e irreconciliables. Debía pasar mucho tiempo para este intercambio fructífero de considerar a los archivos eclesiásticos de interés cultural e histórico y bucear en los archivos civiles las intervenciones de la Iglesia y sus congregaciones y órdenes religiosas en el conjunto social. A partir de 2000, la insistencia del ACSSA de Roma, en particular de Don Francesco Motto, por            encontrar fuentes salesianas en archivos civiles (Motto, 2002), permeó en los Congresos de Historia Salesiana y en la Revista Ricerche Storiche Salesiane6.

Esta lectura continuó hasta que se produjo un giro historiográfico con la intervención de la  escuela de Annales, las escuelas inglesas con la micro historia, las corrientes del materialismo          histórico con la historia social de los colectivos, la historia cultural, la historia de género con las mujeres y de aquellos colectivos considerados subalternos, entre otras escuelas, que permanecían ocultos en la historia religiosa y en los archivos eclesiásticos.


6  Por ejemplo, Motto y Nicoletti (2010: 336-372).


 

 

La otra cuestión es la de los/as investigadores/as. La consulta a los archivos salesianos hasta su apertura al público estaba destinada a los miembros de la Congregación. Por ello, las primeras historias han sido escritas por salesianos. Esta cuestión ha primado en los archivos eclesiásticos y de órdenes y congregaciones religiosas. Distintas causas han contribuido a esta práctica: la desconfianza a quienes provenían desde la esfera pública, la falta de organización interna e infraestructura y el poco interés de los historiadores/as en el tema que en algunos ámbitos científicos se consideraba menor y poco riguroso. Pero los estudios de Luis A. Romero desde la UBA y el CONICET sobre las parroquias y los grupos GERE, RELIGAR y RELIGIO en el Instituto Ravignani de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, animaron a distintos historiadores e historiadoras a ver en esos archivos fuentes preciosas e inéditas  para sus trabajos.

Los prejuicios de un lado y otro de los archivos habían cercado el campo e imposibilitado la investigación sobre cuestiones religiosas “contaminada” por alguno de estos imaginarios circulantes. Por ejemplo: “hay que pertenecer a ese ámbito”, “son temas de teología o espiritualidad”, “depende como vayas vestido”, “siempre ocultan algo”, etc.

En este espacio considerado la “cocina de la investigación” se tejen entrañables relaciones personales donde el rol del archivista es muchas veces ser el “ventrílocuo” del historiador/a. Ese hombre o mujer que “cree haber visto algo que puede interesarte”, que está al tanto de lo que te desvela y comparte esos secretos de esos hombres y mujeres del pasado, aparece la mayor parte de las veces sólo en los epígrafes y agradecimientos. “Allí y solo allí se asoma la trama de relaciones personales, de favores y excepciones, de goces y padecimientos” (Caimari, 2017, p. 18).

En el caso del territorio la propagación de la Obra Salesiana por toda la Argentina atomizó y en muchos casos perdió, con el afán del espacio y la limpieza, mucha documentación en las             distintas casas. Siempre lamentamos la pérdida del importante archivo de monseñor Cagliero que había logrado recopilar desde diferentes repositorios el P. Marcelo Cañizares, tras su fallecimiento.

La organización primaria de los archivos —que Don Bosco tanto alentaba- siguió en la Patagonia la lógica de la administración del Vicariato y la Prefectura apostólica y posteriormente la de las Inspectorías. Fue así como el ACS de Buenos Aires mantuvo la documentación de Santa Cruz, Tierra del Fuego y Malvinas. En tanto, el Archivo Histórico de las Misiones Salesianas de la Patagonia o posteriormente Archivo Patagónico Salesiano, concentró la documentación de la Patagonia norte y meridional.

La visita del rector mayor salesiano Don Renato Ziggiotti a la Argentina en 1956 fue determinante para iniciar la custodia de la documentación en cada una de las jurisdicciones. Su fruto inmediato fue el Archivo Histórico Salesiano Patagónico, dependiente de la Inspectoría San Francisco Javier en Bahía Blanca desde 1956. Sus fondos se concentran en la actividad misionera bahiense, pampeana y patagónica. Su clasificación inicial estuvo a cargo del salesiano Pascual R. Paesa en: Crónicas, Diarios, Epistolario, Memorias, Registros y Relaciones, “cada una de estas secciones se encuentra ordenada alfabéticamente” (Annecchini y Sánchez, 2009, pp. 193-194).

En Buenos Aires del Capítulo Inspectorial de 1972/73 surgió el compromiso de crear una Biblioteca Central especialmente dedicada a los temas referentes a la misión salesiana (IX, 123), y el Archivo Central Histórico Salesiano que se inauguró y abrió entre 1975 y 1977 a cargo de los salesianos Juan E. Belza y Humberto Baratta, quienes iniciaron las tareas de recopilación y clasificación documental. Así lo relataba el P. Baratta:

Con respecto al ARCHIVO, se distribuyó el material teniendo en cuenta el criterio de buscar siempre el orden original. a) Un criterio esencial: respetar el origen (la proveniencia) de los documentos. b) El criterio de ordenamiento sistemático por materias se utilizó para las divisiones secundarias, y donde no fue posible el orden cronológico. c) El inventario del ARCHIVO fue la necesidad prioritaria para determinar y fijar la existencia de los documentos; títulos de fondo, número de orden, formato y materia de los documentos, para su respectivo fichaje. d) No se usó estrictamente el orden decimal por cuanto el material, aunque abundante, se mantenía orientado específicamente, en un marco más bien restringido, dentro de las relaciones con la Congregación Salesiana. Se ordenó el material bajo los siguientes títulos: — Personas — Obras: Casas y actividades de la Inspectoría (ABA) — Otras Inspectorías — Temas especiales Fotografías Grabaciones — Películas diapositivas video cassettes Museo Numismática y Filatelia Biblioteca             especialmente salesiana. (1985, p. 226).

 

En el proceso de re significación de la presencia salesiana en la Argentina, la antigua Inspectoría de Buenos Aires, Santa Cruz y Tierra del Fuego, conjuntamente con la Inspectoría de Patagonia Norte con sede en Bahía Blanca y la Inspectoría de la Provincia de Buenos Aires y La Pampa con sede en La Plata, dieron paso a la actual Inspectoría Salesiana Argentina Sur Ceferino Namuncurá, el 31 de enero de 2010. En 2015, el Consejo Inspectorial                  decidió la conformación de un Equipo Inspectorial de Patrimonio que acompaña el proceso  de   sistematización de los anteriormente denominados Archivo Central Salesiano y Archivo Salesiano Patagónico. En 2016, el Consejo Inspectorial decidió la constitución de un solo Archivo Histórico Salesiano de Argentina Sur (AHS-ARS) con dos sedes: Bahía Blanca y CABA, bajo la coordinación del P. Alejandro León y la dirección de la Lic. Pamela Alarcón en Bahía Blanca y la Dra. Guadalupe Morad y Soledad Urrestarazu en CABA. Actualmente, el Archivo Histórico Salesiano de Argentina Sur tiene dos sedes (Bahía Blanca y CABA) y alberga documentos escritos, fotografías, material audiovisual y libros.

En CABA, el antiguo Archivo Central Salesiano alberga documentación de la Obra Salesiana en Buenos Aires, también en Uruguay y otros países sudamericanos y la Obra en la Patagonia Austral. Su organización sigue la lógica de “territorialización” de la misma Congregación: Sección personas, Sección obras: en los espacios referidos. Sección títulos generales donde encontramos a algunas de las asociaciones de la Familia salesiana: Exploradores de Don Bosco; Asociación de Ex Alumnos; Cooperadores Salesianos, y lo referente a la beatificación y canonización de San Juan Bosco (Fresia y Nicoletti, 2016) y también de temas especiales, como visitas inspectoriales, episcopales, etc. Sección otras inspectorías, donde están las valiosísimas crónicas de las casas. Sección fotografías con Películas, Diapositivas y Grabaciones, como los valiosísimos documentales de Alberto De Agostini.

En ambos archivos se encuentra también una riquísima biblioteca, repositorio fotográfico y fílmico, hemeroteca y mapoteca. Estos repositorios documentales provienen también de aquellos primeros años de trabajo de Don Bosco en Valdocco (Motto, 2002, p. 111). Las publicaciones tienen un lugar especial en la Obra salesiana, son muy variadas y van desde el Boletín Salesiano hasta textos escolares propios. Esta amplia producción obedece a  lo que Don Bosco llamaba “la buena prensa” y “los buenos libros” promovidos en los “Reglamentos para los alumnos de la Sociedad de San Francisco de Sales”, en el capítulo VI en el que Don Bosco aconseja emplear el tiempo libre en la lectura de “buenos libros”. Esta actividad nació en 1877 con el Bollettino Salesiano y en 1888 con la publicación de las Lecturas Católicas. Desde 1875, la Obra de la Congregación en la Argentina siguió los pasos de Turín. Tras la fundación del Colegio Pío IX de “Artes y oficios” en Buenos Aires (1878), se pusieron en funcionamiento los talleres de imprenta y encuadernación. En 1881, comenzó a editarse el Boletín Salesiano en castellano, traducido y adaptado al de Turín, para divulgar                    la Obra salesiana en función de la cooperación, y las Lecturas católicas, en 1883.

La posibilidad de producir enteramente textos propios para su circulación en los colegios salesianos proporcionaba, a pesar de su adaptación a la currícula oficial, una autonomía poco común para una Congregación educativa. Todos los textos escolares estaban adaptados a la currícula oficial, según señalan los Programas escolares salesianos. En síntesis, las publicaciones salesianas constituyen un reservorio documental riquísimo para la historia de la lectura y escritura, de los textos escolares y la pedagogía salesiana en el sistema escolar nacional, el tipo de lecturas de cada época histórica y hasta la performance de las obras del “teatrino”. Obviamente, el Bollettino y el Boletín Salesiano son en sí mismos una fuente fundamental para las misiones y el desarrollo de la Obra en distintas partes del mundo. Mientras que el Bollettino está completamente digitalizado7, el Boletín Salesiano solo se encuentra en formato digital hasta el año 1913 gracias al trabajo del Dr. Walter Paris. La prensa católica ha tenido en la Congregación un lugar especial y sus colecciones como Flores


7  Para ingresar al link del Bollettino Salesiano, consultar aquí: https://bollettinosalesiano.it/


 

 

del Campo o La Cruz del Sur se encuentran completos y son de consulta fundamental para quienes se dedican a la prensa de la Iglesia.

Finalmente, mencionamos la colección de mapas del AHS/ARS/BB, también surgidos a raíz de un fuerte interés de Don Bosco por la geografía. El fundador de los salesianos elaboró sus proyectos misioneros sobre los mapas circulantes en Europa sobre América. Por ejemplo, tenemos indicios que el mapa de Martín de Moussy de 1869 podría haber sido aquel sobre el cual Don Bosco proyectó el espacio misionero patagónico (Nicoletti, 2020, p. 217). Pero el desconocimiento del territorio y la imposibilidad de dimensionar la magnitud de tan vasta geografía, obligaron a la congregación a proyectar con los “pies en la tierra” y a partir de allí surgieron esquemas territoriales y mapas de las zonas que se iban recorriendo y reconociendo, como los de José María Beauvoir y Domingo Milanesio. Más allá de las misiones, el salesiano Alberto María De Agostini aportó con sus exploraciones en Patagonia al reconocimiento de espacios y accidentes geográficos.

La riqueza de los archivos salesianos no ha sido, quizá aún desde los investigadores profesionales de la Historia, suficientemente explorada y presenta un desafío enorme en su abordaje que ha comenzado a ponerse en valor con su ordenamiento, sistematización e  inversión material de estos espacios que estaban descuidados y en algunos casos abandonados. En ese sentido, Don Francesco Motto ha publicado una suerte de guía para repensar este ordenamiento y clasificación (Motto, 2002, pp. 117-118). Después de muchos años de transitarlos y explorarlos conocemos la letra de cada misionero, tratamos de evitar la ilegible letra de Cagliero y nos alegramos cuando transcribe su secretario. Nos compadecemos ante crónicas que describen el esfuerzo, el frío, el viento patagónico, la falta de comida o la frustración cuando al llegar a celebrar la misa el misionero se encuentra con un nguillatun después de largas horas de catecismos y bautismos en las áridas mesetas patagónicas de principios del siglo XX. Conocer a la Congregación, su carisma, su historia, su organización, y sus constituciones nos dan pistas para la búsqueda, sorpresas en los hallazgos, desilusiones cuando tras un título prometedor encontramos solo algunos folletos y no la “carta” que devela lo que queremos saber. Son aquellos “puntos de fuga” —como los denomina Lila Caimari- aquellos “retazos sin usar donde poner las piezas imperdibles que el libro dejó afuera porque el argumento ya no los necesitaba”. Por eso, un/a buen/a historiador/a vuelve una y otra vez a ese archivo y para colaborar con los nervios de el/la archivero/a, le vuelve a pedir una y otra vez la misma caja, la misma carpeta, el mismo texto, como si no lo hubiese visto antes. “La mejor cosecha de archivo es la que admite un amplio margen para las fugas, la que encuentra lugares para lo que no funciona del todo o no funciona todavía o funciona por fuera de la razón que lo sacó del olvido” (Caimari, 2017, p. 85).

 

A modo de cierre

 

Hemos recorrido la historia de los archivos de la congregación salesiana vinculándola con la historia de la Congregación en Italia y sus inicios en la Argentina. Partimos de la consideración general de los archivos eclesiásticos como bienes culturales, regidos por los cánones de la iglesia católica. Dentro de este conjunto nos referimos a los archivos históricos y particularmente a los archivos históricos salesianos. Hemos observado su derrotero entrelazado con su historiografía y con la acción de su obra en la Argentina, especialmente en             los territorios patagónicos: ámbito misionero por excelencia de la Congregación.

Si bien desde el rectorado mayor surgió el estímulo por organizar y sistematizar los archivos históricos, en la Argentina a partir de la visita del rector mayor Ziggiotti (1956) los historiadores salesianos comenzaron a escribir la historia de la Congregación y poner en valor           la riqueza documental, sin abrir sino hasta la década de 1990 al público no salesiano la consulta de la documentación. El interés por personalizar la historia, describir las obras y resaltar las epopeyas misioneras fue clave en la organización de los archivos, que siguieron territorialmente el derrotero de las jurisdicciones salesianas y divisiones inspectoriales.

También, hemos entrelazado esta descripción con nuestra experiencia personal y la tarea que llevamos a cabo los historiadores e historiadoras en los sitios que consideramos “la cocina de la Historia”.

La reorganización en el siglo XXI de los archivos salesianos está en plena tarea a cargo de archivistas y bibliotecarias profesionales que han iniciado un camino conjunto de ambos archivos de catalogación, ordenamiento y digitalización del material.

 

 

Referencias bibliográficas

 

1.   Annechini, M. y Sánchez, R. (2009). Reconocimiento de Archivos Eclesiásticos para el abordaje del catolicismo en La Pampa. Quinto Sol, 13,187-202.

2.     Baratta, H. (1985). El logro de una experiencia en la organización de un archivo eclesiástico. Colección Archivo Histórico Salesiano, 4, Archivo Central Histórico Salesiano Buenos Aires, Inspectoría San Francisco de Sales, 225-236.

3.   Bracamonte, L. (2014). Fuentes para la historia de las mujeres en archivos eclesiásticos: descubriendo a las cooperadoras salesianas argentinas. Bahía Blanca: UNS. Recuperado de  https://repositoriodigital.uns.edu.ar/bitstream/handle/123456789/3817/9- Luc%C3%ADa%2520Bracamonte%5B1%5D.pdf?sequence=1&isAllowed=y

4.  Caimari, L. (2017). La vida en el archivo. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

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